domingo, 11 de abril de 2010

Leyéndome a mí Mismo


"La respiración del Planeta... su llanto... aquel triste gemido de desilusión... como una madre que llora por la pérdida de un hijo... la Tierra se lamenta por la traición del hombre...Guerra, hambre, peste. Todas han sido protagonistas de los últimos tiempos. Tiempos en el que el ser humano ha transformado todo, y ha olvidado su origen... violando al Planeta... Su gloria se ha construido en el abuso permanente de la tierra. Pero todo ha de terminar, porque el Planeta ha despertado, y acabará con todo lo que le sea perjudicial, y por el camino que vamos... no nos auguro mucho tiempo..."

Puedo decir que por mucho tiempo durante mi infancia y adolescencia siempre andaba con alguna variante de block de dibujo debajo de mi brazo. Mucha gente, de hecho, me sigue preguntando "¿y los dibujos? ¿ya te graduaste de caricaturista?". Tal era mi reputación, una que me bañaba de fama eferverscente de cada vez que la maestra nos pedía algún dibujo en clase, haciéndome sentir más solicitado que un virtuoso del futbol brasilero en la liga española.

Hoy día es poco lo que dibujo seriamente (aunque aún mis notas de clases reflejan mi adicción a la caricatura) y mucho más lo que escribo. Algunos se extrañan de que yo, al que muchos imaginaban como dibujante de Disney o animador de Pixar, me haya desviado al monótono mundo de las letras. Constantemente me encuentro dando explicaciones a la gente cuando me preguntan si sigo dibujando, cuando en el fondo lo que me provoca es decirles: "¿y a tí que te importa? Es mi vida y hago con ella lo que me da la gana".

Sin embargo admito que hubo una ruptura casi tectónica de mi talento, una que produjo una consecuente ramificación de mis preferencias artísticas.

Las líneas que leyeron arriba (esa incoherente advertencia cuasi-profética) ahora las reconozco como el primer temblor que originó el desplazamiento de las placas de mis talentos. Fue esto lo primero que escribí en un cómic que aún (como la gran mayoría de mis historias, cuentos, proyectos, etc...) mantengo incompleto, pero no olvidado.

Los que se tomaron la molestia de leer mi primer post saben que este blog se trata tanto de ideas incompletas como de mí mismo, e incluso podría decirse que yo soy también una idea incompleta. En mi travesía por los archivos de estos retazos de ideas, ese mar de carpetas y viejas imágenes escaneadas, empecé a releer lo que había escrito en aquellos momentos para mi cómic. Y fue así que terminé leyendo a ese Kenbei de dieciséis años como si fuese una persona totalmente separada de mí, una que me ha dado más de una lección a través de sus escritos.

Este puberto del carrizo parecía entender la vida mucho más que el titubeante periodista de 25 años en que se convirtió, y tenía tal convicción en sus sueños flotantes que en las líneas que se le ocurrió guardar para la posteridad se puede oler un espíritu con una decisión y una visión envidiables. Mis padres y familiares se ríen al escuchar que me siento viejo con apenas dos décadas y media en mi haber, pero como dijo el arquitecto Franklin Wright: "la juventud no es más que un estado de ánimo". ¡Y qué ánimo el de este carajito! Con sus ideas que germinaban dentro de cuatro paredes de La Trigaleña en tardes de lluvia y tiempo que matar, es capaz de proyectar su lira a través del tiempo y darme un muy necesario pescozón cuyo impacto parece gritar "¡yo sigo aquí, pendejo!".

Ciertamente es una experiencia interesante el leerse a uno mismo.



1 comentario:

  1. I agree!
    ¡Me encantan esos dibujos! Me traen tan buenos recuerdos.
    TQ!

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