jueves, 30 de octubre de 2014

Juan Talavera

"Eram quod es, eris quod sum" 

Yace aquí Juan Talavera,
caballero refinado,
aunque de él la calavera
es todo lo que ha quedado.

Aunque sin duda inclemente,
temible y de mucho seso,
hoy la sempiterna Muerte
da a las almas un receso.

Aprovechando este día,
(y deseándolo más largo)
muy lleno de algarabía
sale Juan de su letargo.

Debajo de su elegancia
no hay corazón ni pulmón;
solo hueso en abundancia
y un espíritu gozón.

Al salirse de su tumba,
viste sombrero y zapatos,
corbatín y un bastón viejo
para pasear por un rato.

Al salir del cementerio
se encuentra con un gran ruido:
"El progreso, ¡asunto serio!"
dijo, no tan convencido.

Con el desdén de los muertos
se sumerge en la hecatombe,
y con ojos que son tuertos
observa el mundo del hombre.

Busca primero placeres
que disfrutó alguna vez:
apuestas, canto, ¡mujeres!
y unas copas de jerez.

Pero ve con desencanto
que todo lo que anhelaba
no se consigue ya tanto
como lo que él esperaba.

Los deslumbrantes casinos
de jueguitos digitales
le resultaron cansinos
ridículos y artificiales.

Tampoco halló en el deporte
mucho de gran atractivo;
brutalidad sin gran porte:
un caos hiperactivo.

Queriendo escuchar orquestas
con músicos de envergadura
consiguióse gran basura:
¡melodías descompuestas!

Mujeres vio por montones;
a todas las encontró bellas,
aunque le pareció ver varones
que no reparaban en ellas.

También le intrigó bastante
encontrar que a la Belleza
le quitaron su talante
de divina sutileza.

En cambio sólo veía
por aquella gran ciudad
una estética vacía
llena de vulgaridad.

Contempló grandes fortunas
de riqueza incalculable,
pero de ellas solo algunas
le parecieron honorables.

¡Deambula Juan Talavera
vestido de caballero
viendo cómo nuestra era
se humilla por el dinero!

Sonríe su calavera,
aunque no tanto su ser,
al entender que este mundo
no para de enloquecer.

A Juan nuestro mundo actual
le resulta un gran entuerto
y admitió que ante tal
no era tan malo estar muerto.

Lo sorprende ya la alarma,
¡ya suenan las campanadas!
Terminan ya sus jornadas
y ha de volver: ¡vaya karma!

Termina ya su paseo
y regresa al camposanto
después de haber visto tanto
de lo sublime hecho feo.

¡Adiós, Don Juan Talavera
vuelve de nuevo a morirte!
Vuelve en un año y espera
que sepamos recibirte.

Y si no, no te preocupes,
que igual nos encontraremos:
pues aunque a muchos les asuste,
¡todos igual moriremos!



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