martes, 23 de septiembre de 2014

La vimos...

La vimos nacer, criarse a nuestro lado, y no hicimos mucho por impedir su paso. Era el niño que nos miraba desde un viejo y oxidado autobús atiborrado de gente en la hora pico, ese niño que con la nariz pegada al vidrio y ahogado entre sudores ajenos veía nuestro carro familiar y, mientras nosotros seguíamos hacia nuestras casas, se preguntaba en silencio por qué.

La vimos gestarse, germinar al lado de nuestros jardines, y no hicimos mucho por eliminarla cuando aún había tiempo. Era la jovencita que trabajaba a diario en nuestra casa y que tuvo que dejar el colegio para empezar a ganarse la vida, esa muchacha que entre coleto y escoba conocía cada rincón de nuestra casa y que, mientras nosotros subíamos a nuestras habitaciones, se preguntaba en silencio por qué.

La vimos pidiendo, mendingando en nuestra mesa y no hicimos mucho para permitir que se sentase a comer con nosotros. Eran los que se acercaban a nuestros restaurantes pidiéndonos algo y no recibían sino rechazo y prejuicio, alejándose en silencio mientras nosotros seguíamos disfrutando nuestra comida, preguntándose por qué.

La vimos crecer, alzarse frente a nosotros y no hicimos mucho por detener su crecimiento. Eran los habitantes de esos ranchos que fueron cubriendo las lomas y cerros que se veían desde nuestras casas y apartamentos. Eran aquellos que fueron arrimados al margen, y tan acostumbrados a la miseria, mientras nosotros seguíamos yendo al colegio y a la oficina, quizá pasaban su día preguntándose por qué.

La vimos molesta, acercándose a un extraño que se aprovechó de su inocencia, convirtiendo su tristeza en rabia y su ansiedad en reproche. Era aquel cuyo objetivo secreto fue condenarlos a su resentimiento, mientras nosotros seguíamos sin ver más allá de nuestras narices, ajenos al retumbante por qué.

La vimos reclamarnos, culparnos por su condición, y nosotros repetimos un sinnúmero de veces nuestra razón que poco a poco iba escuchándose más como excusa: "¡no hemos hecho nada, no hemos hecho nada!" . Y en verdad no habíamos hecho nada, y si nos preguntan, no sabemos bien por qué.

La vimos herirnos, absorbiendo y destruyendo todo aquello que valorábamos, sabiendo que era la mejor forma de rebelarse contra quienes ahora consideraba su opresor. Eran aquellos para quienes la bandera ahora sólo tiene el color de la sangre que reclamaban por sus generaciones de pobreza y ruina. Y entonces nosotros ya no podíamos evadirla y seguir hacia nuestras vidas, pues ellos encontraron un peligroso por qué.

La vimos muchas veces, en distintos lugares y en distintas formas, a la Miseria. Éramos nosotros, los incautos venezolanos que nos creíamos inmunes a las retribuciones de la historia mientras continuábamos en nuestro carnaval de güisqui y petróleo.

Y ahora, desde adentro y desde fuera, observamos lo que ha sucedido y en silencio, a veces buscando la respuesta, otras encontrándola y algunas más queriéndola ignorar, mientras contemplamos el ocaso de un país, nos preguntamos en silencio por qué.


No hay comentarios:

Publicar un comentario