domingo, 3 de noviembre de 2013

El exilio tricolor

Sin pensarlo demasiado
o sin poderlo pensar,
el actual venezolano
se ve obligado a emigrar.

La ciudad es un infierno,
el campo una soledad.
Ya no se haya en Venezuela
ni paz ni tranquilidad.

Criminales y corruptos
se llevaron al país
despojándolo de todo:
petróleo, plata y maíz.

Escondido en la Florida,
en Barcelona o Canberra,
busca empezar nueva vida
el venezolano sin tierra.

Aventurándose en sitios
de lengua extraña y ajena,
de despedidas y exilios
nuestra bandera se llena.

¿Pero en qué piensa este tipo
que al país ha abandonado?
¿Qué pasa por su cabeza?
¿Se siente reconfortado?

La pregunta es delicada,
pues cada cabeza es un mundo,
y aunque no tenga respuesta
merece estudio profundo.

Soñando oportunidades
y persiguiendo un futuro,
soporta calamidades
para sentirse seguro.

Jurungando en su historial
busca extranjeros parientes
para, quizá, tener suerte
y a otro país emigrar.

Las distancias son el himno
de esta Venezuela nueva,
para quien se va o se queda
pues sufren todos lo mismo.

Hay quienes no sienten nada,
también quien sintió y ya no,
por la nación desgraciada
a la cual atrás dejó.

Algunos se expresan con ira
jurando nunca volver
a ese tierra tan dolida
que una vez los vio nacer.

También hay quien sufre tanto
estando lejos de todo,
que en su nostálgico modo
termina rompiendo en llanto.

¿Y qué decir de quienes siguen
en el desastre atrapados?
Tristes figuras que ruegan
que vuelvan sus allegados.

Aquellos viejos ensueños
de la gloria tricolor
hoy ya nadie se los cree,
con tanto espanto y horror.

Al dolor de buena parte
de nuestra pobre nación,
lo convirtieron en odio,
una tal revolución.

De Libertad ya no hay nada:
sólo es una estatua vieja,
oxidada y maltratada,
una triste palabreja.

No sé ni cómo ni cuando
tampoco quién o por qué,
lo cierto es, mis amigos,
que nuestro país se nos fue.


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