lunes, 10 de mayo de 2010

Metáfora y Cachivache sobre Asuntos sin Terminar

En los cuentos más folklóricos de occidente se ha hablado mucho de los fantasmas que arrastran cadenas, esas ánimas en pena que no encuentran paz porque están aún apegadas a asuntos que no terminaron en su vida terrenal. Más allá de la metáfora que Dickens hizo famosa con el personaje del avaro Jacob Marley, puedo certificar que existe un peculiar artefacto cuya causa principal son las cosas que dejamos sin terminar, uno que ha hecho que odie dejar asuntos pendientes.

Y no es que no los tenga. Por el contrario, soy una persona que se mete con frecuencia en más compromisos de los que puede manejar, y es ahí que me veo enrollado entre eslabones de promesas hechas a la ligera y obligaciones cotidianas que quisiera abandonar, que constituyen un cachivache desafortunadamente demasiado familiar en mi polvoriento ático de artículos innecesarios.

Las Cadenas de Asuntos Pendientes son artilugios extraños. Su primera particularidad radica en que cada quien es artífice de las suyas, y no hay cerrajero que pueda forzar el candado que nos libera de ellas. Es muy sencillo contruirlas, y con frecuencia lo hacemos sin darnos cuenta, pues cada eslabón es relativamente pequeño por sí solo, y solamente cuando se entreteje una cantidad considerable de ellos es que podemos ver asombrados que el particular artefacto se amarró a nuestra mente. Existe también otro ingrediente esencial para que se materialice la cadena, y es un mínimo de consciencia y responsabilidad. Después de todo, la gente que no le da importancia a lo que haya dejado sin terminar termina invocando otra clase de artilugios que poco tienen que ver con éste, y que quizá son más terribles.

Quizá puedan preguntarse qué efectos trae una Cadena de Asuntos Pendientes. Pues, como toda cadena, produce un peso que se hace cada vez más difícil de arrastrar. Es, al fin y al cabo, un grillete que arrastra parte de nuestro espíritu a un tiempo y espacio anterior que por voluntad propia o por circunstancias externas dejamos incompleto. Como las cadenas no son por lo general objetos justos, no siempre es culpa nuestra que se materialice un molesto eslabón y nos haga un poco más pesada la travesía de la vida. De hecho, he descubierto que todos cargamos una cantidad tolerable de estas cadenas, bien sea por aferrarnos a ciertas cosas o simplemente porque no todo lo que dejamos incompleto lo podemos terminar.

Si quieren deshacerse de la Cadena de Asuntos Pendientes hay estrategias más sencillas que otras. La principal es ridículamente simple: terminen lo que han dejado sin resolver. Si es una disculpa a alguien que hirieron, háganla. Si es un trámite burocrático que no han hecho, resuélvanlo. Sea el asunto que sea, lo más sensato para eliminar la pesadez de los eslabones es enfrentar la causa que causó su existencia en primer lugar. Mientras más se deje permanecer un asunto pendiente, más pesada se hará la Cadena.

Si no hay modo de enfrentar la causa que originó la cadena, es necesario buscar el modo de hacer la paz con el asunto pendiente. Esta es, en mi opinión, la forma más difícil de deshacernos de la Cadena, pues implica un nivel de aceptación de las circunstancias que con frecuencia excede nuestras facultades. Como dije anteriormente, muchos de estos eslabones permanecerán con nosotros siempre, pues muchas veces nuestra humanidad nos convierte en un puñado de sueños incompletos.

Lo importante, estimados visitantes a este cachivachero, es que no carguemos en nuestra vida con cadenas innecesarias, pues ya el peso de lo inevitable es suficiente carga para llevar en nuestra travesía.